Albada 313

(H.Wilson Watrous)

COSAS DE AMIGAS
(14 de octubre de 2012)

Amiga, así como quien no quiere la cosa, como quien habla del tiempo o de lo mucho que han subido la peluquería y la entrada de los cines me cuentas esta mañana que te has enamorado. La noticia me ha pillado por sorpresa, a la hora del desayuno en el trabajo, dándole vueltas a la cucharilla de la taza de mi cortado corto de café. Sé, porque me lo he notado, que se me ha quedado cara de asombro, quizás, bien pensado, hasta de tonta, sí, más bien he puesto cara de alelada al escucharte decir en voz muy baja y emocionada tu inesperada confidencia.
Y así me has tenido un instante, sentada en la terraza del bar conocido, a la hora acostumbrada, en un día que pensé sería igual a otros cientos cualquiera, mirando asombrada a mi amiga de siempre… tú, la seria, la formal, la prudente… Compréndeme, entiende mi desconcierto: ¡mi sensata y juiciosa amiga ama “apasionadamente” (así me lo has puntualizado) a un hombre! Al escucharte, me he conmovido por dentro por completo; tras la sorpresa, tras el estupor del primer momento, he sentido, te lo aseguro, la más honda de las emociones. Qué insignificante, qué vacía es la vida sin amor y qué afortunada eres tú, amiga mía, al sentir de nuevo así. Ahora que lo sé, me explico el brillo cálido de tus ojos, la causa de la sonrisa que días atrás te brotaba sin razón. Cómo embellece el amor a sus adeptos, cómo los trasforma y adorna. El amor es siempre bello y hace importante y bueno al detalle más pequeño.
Incluso acabo de descubrir en mí, nunca te lo agradeceré bastante, como me hace mejor la alegría que siento al saberte así; tu felicidad, compartir contigo tan hermoso sentimiento también me hace feliz. Tu emoción me emociona y me contagia, al escucharte se me arrebolan las mejillas como a ti y me palpita, también, más deprisa el corazón… “¡serán cosas de amigas!”, me dices riendo. Porque la verdadera amistad no conoce de envidias, ni la fortuna del amigo sincero hace nacer rivalidades.
Te imagino ahora pensando solamente en él y a mí también me gustaría poder morir un poco de deseo. Porque el amor, con ser tan tierno, es lo único que al final vence tormentas, lo único hermoso, lo que más importa.
Te deseo suerte, y te pido que te protejas de tan delicado y sublime sentimiento, que estés en guardia, que desconfíes, que de tanto conmover mueve cimientos y deja al aire, a flor de piel, lo más frágil del alma; pero tú vuelves a negar y me sonríes. Así que río yo también y alejo el miedo.
 Antes de levantarnos y dejar sobre la mesa, ya frío, ese poco de café que olvidamos terminar, te ofreceré mi complicidad y mi encubrimiento. Mi silencio y tu secreto no serán más que la misma cosa, amiga; Cosas… las definitivas, irremplazables y trascendentales cosas de amigas.





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