21 de febrero de 2010
Hace tiempo que ya no asombra que el sueño continúe. La sorpresa empezó a terminar justo el primer día del primer año que se vio a todos, a casi todos, juntos, festivos, alegres y algunos hasta emocionados… ¡y eso sin ser Vaquillas! Pese a la incredulidad, pese a nuestra obstinada indolencia ahí estaban: calles de un Teruel diferente pero no extraño, curiosamente más familiar, más abrazable que nunca; aire envuelto en un silencio blando que sale de ruidos pequeños, pisadas amortiguadas por paja sobre el asfalto escondido, mareas de gente vestida con puntadas nuevas sobre los calcos del pasado. Bailes gentiles, sabor a humo de hoguera y una historia tristemente hermosa habitando de nuevo nuestras calles.
Hace tiempo que ya no asombra que el sueño continúe. La sorpresa empezó a terminar justo el primer día del primer año que se vio a todos, a casi todos, juntos, festivos, alegres y algunos hasta emocionados… ¡y eso sin ser Vaquillas! Pese a la incredulidad, pese a nuestra obstinada indolencia ahí estaban: calles de un Teruel diferente pero no extraño, curiosamente más familiar, más abrazable que nunca; aire envuelto en un silencio blando que sale de ruidos pequeños, pisadas amortiguadas por paja sobre el asfalto escondido, mareas de gente vestida con puntadas nuevas sobre los calcos del pasado. Bailes gentiles, sabor a humo de hoguera y una historia tristemente hermosa habitando de nuevo nuestras calles.
Mientras allí arriba cobijados en el Mausoleo, escoltados por la torre más austera y antigua, reposan dos cuerpos y se despliega otro silencio, el imaginario compartido más querido, el sueño colectivo de mi ciudad está de fiesta. Como en un País de las Maravillas todos nos hemos puesto las mejores galas y hemos pintado rosas rojas preparando el encuentro de Juan e Isabel. En el aire las campanas son chispas de luz sobre la penumbra fatídica del anuncio de los tambores: alguien sube por la escalera y su corazón tiene prisa, y eso todos lo sabemos hoy en Teruel.
Para los turolenses que hemos nacido a la sombra de la leyenda, y hemos sabido de ellos casi al mismo tiempo que esperábamos a los reyes magos; para todos los que hemos contado infinidad de veces con mimo y cariño su historia a los que nos han visitado, y les hemos contaminado con nuestra sonrisa la esperanza de que una pasión así puede haber sido verdad, y que no hay mejor ciudad que la nuestra para cobijarla… para todos nosotros, turolenses, es fiesta.
No pensamos estos días ni en los giros sintácticos de los papeles de letra antigua de Yagüe, ni en estudios pormenorizados, ni en comendadores de Alfambra, ni en Girolamos ni Salvestras porque las sombras se vuelven pálidas al alba y nadie pide a los sueños certificado de autenticidad… Hoy nos toca vivir la ilusión y dejar que el sueño continúe.
Pasé un mes (julio del 88) en Teruel, ya te contaré. Aún duermen en mi memoria los cuerpos momificados de Diego e Isabel. Viva el amor: "enamorarse es la más clara señal de amar todas las cosas".
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