Albada 187




CLAVADOS
(DdT 25-4-2010)

Aquel dios parece que despistó a Teseo y ya lleva bastante tiempo viviendo con nosotros. Al parecer el fabuloso rey de Atenas nunca consiguió ajustar en la diminuta cama al ático gigante como cabal castigo por sus tropelías.
Disfrutaba Damastes con el robo y el engaño, pero sobre todo con la persistente extravagancia de adaptar a sus huéspedes a las medidas exactas de las dos únicas camas de su posada. Claro está que no era porque buscara su bienestar; por el contrario, como era un condenado bromista, siempre hacía trampa: ofrecía la más larga al visitante de estatura menor para después sin más preámbulos estirarle brazos y piernas hasta el consiguiente deceso; y, como no, brindaba la pequeña al espigado para cortar, también sin más, todo aquello que sobresalía del fatídico lecho pensado para descansar, sí, pero no tanto…
Él se excusaba con los del Olimpo diciendo que no era su finalidad robarles sino que al amoldar al huésped a la longitud de la cama lo hacía porque amaba la “paz y la concordia”: que de todos es sabido que no hay nada más tranquilizador que la uniformidad y la semejanza porque el detalle discordante, la diferencia, la más exigua diversidad, afea y es origen de rebeldías que terminan en discordias…
Pero no nos asustemos: Damastes, ya ha olvidado sus crueles artimañas y se ha adaptado a nuestro tiempo. Nadie sabe exactamente en que trabaja pero luce bien alimentado y parecido.
Procusto, como le llaman los amigos más cercanos, ha conseguido utilizando métodos sutiles y refinados que nunca ha revelado, ese hombre gris perfecto, el ser anónimo y uniforme que buscaba en su posada de Eleusis. Ha logrado (multiplicado por millones, que para eso es hijo de los dioses) el trabajador obediente, el currito con hipoteca, deportivo y novia; ése que en un partido político, no importa cuál, aplaude y asiente fielmente a sus líderes, ese que asiente y aplaude a su equipo de fútbol, no importa cuál ni tampoco que jugada.
A Procusto le va tan bien, tan estupendamente bien con nosotros, que hasta él mismo se ha echado novia y le ha pagado una sesión con el cirujano.
Será que aún no se le han olvidado del todo sus viejas aficiones, pero le ha salido del quirófano como nueva: con esa narizilla redonda y diminuta, con esos labios regordetes como esbozados por tiralíneas, con esos pechos también redondos y regordetes trazados de una vez con el compás.
Procusto bebe cerveza y mira en el televisor a una presentadora igual que su noviadedespuesdelaoperación. La clon de su novia y de las novias de todos los del bar habla sin parar de un volcán de nombre impronunciable. Al parecer, dicen, la vida, la rica y diversa vida, amenaza con romper moldes mientras Teseo, unas banquetas más allá, toma café y espera.

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