IR
(Publicado en el Diario de Teruel 4 de abril de 2010)
A veinte kilómetros escasos de la capital, dirección noreste, visitar la Laguna del Cañizar debería estar entre “esas cosas que sin falta hay hacer aprovechando estos días de vacaciones”.
Al menos eso: “ir a verla”. No escribo conocerla, recorrerla una y otra vez en las cuatro estaciones, al atardecer o bajo el sol brillante, participar en su recuperación y difundirla, protegerla y disfrutarla… porque tengo la certeza de que cuando la visitemos estos pensamientos, estos deseos, nos van a brotar con tanta facilidad como sus aguas emergen ahora de las hermosas tierras del Alto Jiloca.
Poco a poco se han ido superando los prejuicios y las reticencias (lógicas muchas veces porque todo lo nuevo a menudo alarma) y se ha ido viendo como, efectivamente, es posible conciliar agricultura y ganadería extensiva con la existencia de este humedal de aguas dulces (uno de los más grandes de la Península); que sus aguas no suponen un descenso del riego de los campos; que no son un riesgo sanitario para las explotaciones de las granjas intensivas, ni peligrosa molestia para la población.
Si todos siguen, si todos seguimos, apoyando y mejorando la idea, puede ocurrir que la vida (que termina por abrirse paso, maravillosa, asombrosa siempre) nos ofrezca de repente un regalo. Volver a escuchar de nuevo el canto del avetoro, ese pájaro huidizo y en grave peligro de extinción que nos abandonó hace más de trescientos años, ha sido el presente del pasado mes de marzo. Su vuelta al humedal turolense es más que una alegría: es garantía de que las cosas van por buen camino.
A nadie se le escapa que el trabajo es largo, que llegar a ser referente en un espacio tan exigente y riguroso como es el turismo medioambiental requiere esfuerzo e imaginación y sobre todo que nunca decaiga la ilusión. El que comience a repercutir en la economía de la zona lleva también más tiempo que apostar por espejismos (pan para hoy, hambre para mañana) de crecimientos súbitos y engañosos, mucho más fáciles y rápidos, pero que no son más que meras fantasías que destruyen lo mejor de nuestro hábitat.
Y es que dar una oportunidad a la NATURALEZA para que genere un turismo de calidad es un acierto y un ejercicio de talento.
El nombre de Villarquemado y Cella son cada vez más sinónimo de las cosas bien hechas, resultado de una apuesta inteligente, consecuente y constante, por el mejor futuro.
Felicitémonos todos pues, y este domingo de fiesta, esta primavera, siempre, visitémosles y hagámonos amigos de su/nuestra Laguna del Cañizar.
El nombre de Villarquemado y Cella son cada vez más sinónimo de las cosas bien hechas, resultado de una apuesta inteligente, consecuente y constante, por el mejor futuro.
Felicitémonos todos pues, y este domingo de fiesta, esta primavera, siempre, visitémosles y hagámonos amigos de su/nuestra Laguna del Cañizar.
sos periodista?
ResponderEliminarno soy periodista
ResponderEliminarColaboro todos los domingos desde hace tres años (como pasa el tiempo ahora que lo pienso)escribiendo un faldón para el Diario de Teruel (sin sueldo ni compromiso jejej)
Lo considero un privilegio y una suerte
Un saludo
Ana Ubé
Un privilegio y una suerte para el Diario de Teruel y sus lectores.
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