Albada 208

LA CITA

Era en el medio de Palermo. Cita en la trinchera de un corazón desbocado entre via Virrey de Maqueda y via Cassaro, justo dónde se cruzan en I Quattro Canti.
-19 de septiembre. Hizo caso al viejo arquitecto Giovanni y se colocó en el centro del teatro, giró sobre si mismo y sintió al instante la belleza del ottangulo mágico, el vértigo del centro de la ciudad barroca. Cerró los ojos y, entonces, se entregó al vacío.
-Volverte a ver. Y al imaginársela vio caer la Torre de Babel, derrumbarse piedra a piedra el Partenón y deshacerse el Coliseo. Atardecía lento mientras la bandada de estorninos cruzó por el cielo gris.
Amó las ruinas desde niño, los fragmentos encontrados, la inaprensible belleza de la perfección perdida. Los paisajes abruptos, las abadías medievales solitarias y rotas de Friedrich, de Robert y de Girkin como fondo de sus sueños; la suave melancolía de la nieve sobre los ventanales, el paso silencioso de un caminante desconocido… el espejismo del batir del mar helado en la fata morgana como el último sonido que le acunaría…
-Volverte a ver un 19 de septiembre. Su alma azul enredada en las esculturas amontonadas, invadidas por la oscura hierba; la mirada púrpura prendida de los góticos arcos, resbalando por las vetustas escaleras que invitan a ninguna parte. Y como siempre, la larga espera: el tiempo discurriendo entre columnas, frontones y dinteles desparramados por el suelo, bajo la bóveda abierta por la que se cuela ya el hechizo de la luna, y un viento sombrío preludiando las fuerzas incontrolables de la Naturaleza (flores, arbustos, árboles preñando salvajemente todo). Aquí Romanticismo. Aquí la sublime, la fascinante soledad.
Como si marcara la llegada de una tormenta monstruosa, abruptamente el reloj del Duomo convierte a la cita en un recuerdo fracturado; la lluvia la desintegra como a los restos de una fábrica fantasma o a los edificios en ruinas de una ciudad cantada por Proust y Goethe.
-Volverte a ver un 19 de septiembre, y sobrevivir al crepúsculo cuando sólo queda - grabada a cincel- la cita sobre el muro de piedra. Definitivamente, demasiado fausto para una cita por videoconferencia e Internet. Abrió los ojos y cruzó la plaza. Las calles mojadas de Palermo brillaban bajo el sonriente neón. Si se daba prisa todavía llegaría a tiempo del primer pase de su película favorita de romanos.















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