Albada 213





PECES DETENIDOS
(31 de octubre de 2010)

Hay muchas historias de aparecidos, pero sin duda una de las más extrañas es la que acaeció en esta misma ciudad un día como hoy. Los hechos ocurrieron en aquel tiempo en que todavía llovían hojas por las calles de Teruel. La lluvia serena de los álamos blancos y la quietud ocre del otoño envolvían el atardecer de nuestra ciudad aquel 31 de octubre. Hacía frío ese año, eso al menos es lo que contaban los periódicos de la época. No en vano estaba ya cerca el implacable crepúsculo invernal, decía en estilo un tanto rebuscado aquel domingo de 1886 El eco de Teruel, y añadía, en tono conciliador: “convendría que para evitar la oscuridad que reina en el primer trozo de la calle San Juan, se repusiera de inmediato el farol que se quitó con motivo de las obras que se están practicando en aquel punto…”

Bueno, justo en aquel punto arranca nuestra historia. Un punto que era realmente un socavón, un considerable y profundo agujero sobre el cual José Gómez Batea tenía previsto levantar su nuevo negocio familiar: la futura, la rutilante, la modernísima “tienda de comestibles Gómez Batea e hijo. Ultramarinos selectos”.


Palidecía el joven hijo de don José oculto entre ladrillos y sacos de cemento mientras allí esperaba a los amigos. Era ya noche oscura y ciega. La cita: Noche de Ánimas y subida al cementerio de los más osados. Mozalbetes escalando ruinas y huyendo en desbandada de la voz enojada del vigilante… y a la mañana siguiente, mañana festiva de Todos los Santos, encontrar en el paseo el premio a la hazaña en la mirada encendida de las niñas, risa nerviosa de adolescente que se prende en los cabellos de los jóvenes, mientras toman gaseosa y limonada.
Era su primera vez fuera de casa; su primera vez solo en aquella noche de huellas de seres invisibles deslizándose por las aceras y haciendo gemir las hojas… deriva y procesión de sombras tristes, vacíos habitados sobre los fríos muros, gusanos barridos por el viento, orígenes perdidos, ojos glaucos flotando en la oscuridad como peces en un océano detenido… Noche de Ánimas esperando bajo el farol extraviado…escalofrío y desplome...


Dicen que esta noche la frontera, el velo, es tan sutil entre el reino de los vivos y “el otro” que nunca es más fácil colarse y deambular en mundo ajeno. Caer a un agujero profundo justo esa noche es lo que tiene: imaginaos al joven deslizándose como una Alicia sin espejo al más allá. O mejor diremos que al más acá, porque donde realmente apareció el confundido hijo del señor Gómez no fue en el Hades ni siquiera en el helado infierno de Alighieri, sino que como un ángel de alas enfangadas fue a sobrevolar la noche del Teruel de la vía perimetral, el de las luces de led en el Torico y elecciones municipales con movida a la vista… un Teruel actual que dejó boquiabierto al muchacho cuando pudo sobreponerse de la visión de aquellas extrañas formas de colorido metal con ruedas que jalonaban el otrora desahogado Óvalo

Al muchacho lo encontraron al día siguiente andando desorientado por la carretera de Alcañiz. Dicen que balbuceaba extrañas historias sobre una ciudad perdida que recorrió viajando por sus cielos, mientras las brujas, reinas de aquella noche, jugaban a las cuatro esquinas sobre la torre de San Martín, y acompañado entre azote y azotea por las arengas de un tal Mefisto, que a veces también –le confesó el custodio – se hacía llamar Evaristo.

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