DIARIO
Cuando en la calle han terminado de pasear a todos los perros y se han ido apagando las luces de la casa de enfrente, él todavía escribe. Inclinado sobre el cuaderno parece inmóvil, como un mínimo árbol deforme respirando en medio del salón.
Escribe pequeñas cosas antes de acostarse. A veces le sucede algo importante y también lo escribe; como aquella vez que la chica del autobús le pasó un papel doblado; esa noche él anotó en su diario que el invierno había sido muy lluvioso; que se había quedado de pie hasta que vio alejarse aquella cara dentro mirándole tras la luna sucia del cristal; que le envolvió el ruido sordo de las gotas sobre el metacrilato de la parada, que le quemaba el papel arrugado dentro de la mano… aquella noche la tinta azul emborronó toda la hoja.
Jueves, 29 de abril: Los vencejos han llegado hoy a Teruel, los he oído al salir del trabajo; he podido verlos cruzando el Viaducto, volando alocados hacia la estación y el río. He contado quince.
Y en el verso de la hoja, Miércoles, 28 de abril: Esto se va al carajo. He comprado Bsch a 9,01, vendí a 11 y pico el año pasado. Cae a plomo. Si sobrevivo y salimos de ésta, ganaré un buen margen en unos años. Y si no, pues da igual.
Escribe. Escribe cosas pequeñas y cosas importantes; como que hoy de regreso a casa ha cambiado de itinerario porque una vez más estaba cerrada la Perimetral, y que ha descubierto lirios en flor sobre la tapia de una calle en San Julián. Lirios morados que nadie ha plantado, lirios salvajes, de perfume oscuro, creciendo milagrosamente hacia el cielo por encima de coches y contenedores.
Escribe. Escribe sin falta todas las noches un diario. Anota esta semana que, en la oficina, el amigo Pep se le ha enfadado cuando comentó sonriendo que al final no iban a jugar a Madrid; que le ha mirado mal cuando le ha dicho que se alegraba; que al parecer no había entendido que hablaba de algo más que fútbol, o quizás sí, quizás le había calado desde el principio.
Sábado, 1 de mayo: La bandera, nueva, ondeando suavemente esta mañana sobre el monumento. Nubes y claros sobre los Pozos de Caudé.
Y en el reverso de la hoja: Domingo, 2 de mayo: Llamé a mamá. Hoy he vuelto a ver a la chica del autobús. Bajamos la mirada. Ese novio nuevo, imbécil y gritón, la abraza tanto que no la deja respirar.
Anochece el primer domingo de mayo y junto a los negros muros de la ciudad él todavía escribe.