Albada 323





UNA PIZCA DE FILOSOFIA
(6 de enero de 2013)


Sólo una dosis mínima, porque algo grande hay que tomarlo poquito a poco, como hacen los gorriones cuando en la calle revolotean alrededor del festín inesperado. Picotear tan sólo, y más terminando como terminan hoy las vacaciones, tan iguales a otras muchas y a la vez, este año, tan especiales, tan distintas a ninguna. Yo las llamo las fiestas del deseo porque Navidades, Año Nuevo y Reyes son, con diferencia, las fechas del calendario en que más deseos por día generamos y verbalizamos. Primero están todos esos buenos deseos de paz y felicidad, generosos anhelos de días en buena compañía que no cesamos de enviarnos por correo electrónico, sms o directamente a besos cuando nos encontramos en el super o en la panadería. De la misma forma que estoy convencida de que la gran mayoría de ellos lo son de corazón y llevan toda la fuerza y la intención de que así sean, pienso que a los de la otra parte, a los de la minoría falsa y malintencionada, afortunadamente se les ve ver venir de lejos, y lo más inteligente, si se puede, es no dedicarles ni un segundo.

Llega rápido, casi sin avisar, ese 22 de diciembre y pocos serán (hasta los que no compran lotería) los que no maquinan que se comprarían con el orondo premio o aunque fuera con su aproximación. Siguen después los deseos menos materiales, pero mucho más difíciles y ambiciosos, de las doce uvas; un rosario de proyectos y afanes para el año por estrenar en el que todo lo bueno lo creemos posible. Después, ya en la recta final, está ese capricho, el antojo que unos Reyes generosos se podrían permitir si se “estiraran”… total si sólo se trata de pedir… ¡hasta lo mismo hay suerte con El Niño!
Deseo tras deseo se llega al siete de enero con la sensación no sólo de fatiga por tanta comida interminable, sino también con una íntima y sutil percepción de empacho ante la formidable lista de “yo quiero” que en tan poco tiempo hemos sido capaces de pergeñar.
Según el concepto clásico del deseo que nos han venido enseñando, éste siempre se ha vinculado al objeto y, en consecuencia, se decía que es más feliz el que no desea algo porque ello implica que no sufrirá por su carencia. Sin embargo no todos opinan así. La ataraxia de los epicúreos no proponía “no desear”, sino que las pasiones nunca llegaran a dominar el espíritu hasta conseguir turbarlo.

Filósofos actuales como Deleuze profundizan en el concepto y nos animan a desear; defienden que el concepto de deseo no se define por la falta del objeto concreto sino que por el contrario el inconsciente es una imparable fábrica y el deseo es ante todo producción, elaboración y en definitiva: creación. Añade además Deleuze otra consideración muy interesante cuando precisa que lo que deseamos nunca es el objeto en si, sino “un conjunto”; es decir ese mundo en que el objeto va inevitablemente arropado. Concepto éste que tan bien sabe utilizar la publicidad, la cual nunca podrá hacernos deseable un objeto “per se”, en abstracto, de manera teórica, sino que nos lo presentará rodeado de un estudiado montaje con música, color y luces sugerentes, lugares y gentes atractivas… La publicidad construye el deseo y nosotros, en realidad, no queremos el objeto que se nos vende sino poseer todo el mundo que lo engloba: finalmente, y sin darnos cuenta, terminamos por creer que con la posesión del objeto vamos a conseguir también toda su construcción, esa realidad inasequible que lo rodea y conforma.
Parece muy fácil desear, decir quiero esto o aquello, pero realmente es lo más difícil. M. Larrauri, siguiendo con el razonamiento Deleuze, nos lo explica: “porque desear implica la construcción misma del deseo. Formular la disposición que se desea, que mundo se desea para que sea el mundo que te conviene, el mundo que aumenta tu potencia, el mundo en el cual tu deseo discurra. El deseo se convierte de esta manera en el objetivo del desear, es un resultado, es en si mismo virtuoso”.
Bueno, es lo que tiene “picotear” en la filosofía: que descubres cosas y…. claro, visto así el deseo, si como nos dice Deleuze es elaborar, crear, concebir la plenitud de lo que realmente queremos aunque esto conlleve la dificultad de valorar y decidir, la ardua tarea de la construcción misma del deseo, estos días de fiesta podrían haber sido una excelente oportunidad de mejora y crecimiento personal… Quizás las próximas navidades, si aún estoy a tiempo, me esforzaré más y “me pediré algo”.
¡Feliz y pleno de deseos Año 2013 a todos!





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