Albada 173


©Illustration: Michael Morgenstern "Hallucinations that Runners Have"




UN GRAN PERFIL
(10 de enero de 2010)

Desde que llegó a la pequeña ciudad de provincias pudo comprobar que a los pocos días ya le saludaba todo el mundo. Sentirse reconocido, formando parte de una comunidad tan repentinamente, no le sorprendió en absoluto. Pese a que nunca le había pasado, y siempre había sido uno más dentro de ese maremágnum que atravesaba a trompicones la Puerta del Sol en las horas punta, pese a ser siempre otra hormiguita cualquiera perdiéndose en las profundidades del suelo por la boca del metro, su arrogancia le impidió asombrarse.


Y es que pronto supuso que el origen de aquella excelente acogida, la causa de que le sonrieran tan abiertamente en la panadería o de que le sirvieran su taza de cortado descafeinado sin necesidad de pedirlo, ya a las pocas mañanas de bajar a desayunar a la cafetería del centro, se debía a su nuevo y flamante cargo de director general. Se dijo que quizás también el coche de importación recién comprado, sus trajes caros o ese piso de alto standing que había alquilado en la mejor zona residencial habrían impresionado a los vecinos, ya que todos sin excepción (sobre todo los niños) se paraban a verle y le saludaban como si de un viejo conocido se tratase.


Hay mucha gente que me pedirá favores, será por eso, porque aquí me reconocen poder –se dijo– , pero pasaron semanas y nadie le pidió prebenda alguna. Por el contrario, lo que empezó a recibir, una tras otra, fueron decenas de invitaciones: le enviaron propuestas para presentaciones literarias, actos académicos y eventos varios; se le apremió con insistencia para que acudiera a reuniones, para que honrara con su presencia exposiciones, conciertos y conferencias... y, cómo no, fue el invitado favorito de fiestas y más fiestas. Aquello era un no parar.


Ufano, le creció la autoestima hasta extremos insospechados, tanto que en su primer viaje de regreso a la gran ciudad presumió de que en aquel lugar perdido había llegado a ser “alguien importante” ya que no había acto social para el que no se le requiriera con urgencia; y concluía, envanecido, que un hombre de tan importante perfil como él, con su valía, había sido por fin tratado con justicia.


Y no dejaba de llevar razón, porque, efectivamente, aquel hombre tenía un perfil importante. Por tener-tener, digamos que tenía el más grande de los perfiles de aquella contornada: una nariz considerable, más que enorme, imponente, unos pámpanos colgándole de las orejas de circunferencia asombrosa y, acompañando a aquel original contorno, una frente ancha, casi ciclópea, coronada por la mata de pelo más hirsuta y tiesa que se recordaba haber visto jamás en la pequeña ciudad. Perfil importante el suyo que sin duda llamó tanto la atención de aquellos ciudadanos de provincia que ninguno quiso perderse ni un minuto de contemplación. El espectáculo era gratis y estaba garantizado.

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