Albada 308


MIL RAZONES DE SEPTIEMBRE
(9 de septiembre de 2012)


Septiembre y los trenes tienen mucho más en común que las es, y las tes, y las erres. Septiembre es la hora punta de las despedidas, el punto de partida de algunas lágrimas en el otoño del solitario, el sordo estertor de un coche al cerrarse. Septiembre es tan sutilmente provocador como la suavidad del musgo y el atardecer. En mi ciudad sabe a puestas de sol increíbles desde el Ovalo, a diluidas Fiestas del Jamón y a canciones de folklores olvidados. Tiene en sus afueras prendido el olor dulce de la vendimia de la uva y de la miel y por dentro huele a colonia de niño pequeño esperando con sus lapiceros nuevos y el baby de tergal a que abran la puerta de la escuela. Al septiembre voluntarioso se le pasa todo el rato en preparativos y propósitos mientras decide de una vez por todas cuándo echar a andar; a veces, da un golpe de timón y se transforma en maleta o mochila y ordenata y desaparece sin más, tan viajero, que cuando menos te lo esperas se ha ido y te ha dejado sólo la oscuridad del jersey para abrigarte por las noches. Un día, así, de repente y porque le da que sí, va y te pone el tiempo en contra y entonces el verano es ya sólo los jpgs que aún no has pasado, ni pasarás nunca, a papel de fotografía.

La universidad se llena de carteles que anuncian pisos compartidos mientras septiembre se emborracha con los coleccionables o se empapa de la moda otoño/invierno que abarrota los kioscos. Es cuando la tostada que no te tomas en casa porque te secuestran las prisas, la cambias por el saludo del camarero que te preparará el café a media mañana. Es la vuelta de tuerca que te conduce a lo cotidiano y el calor casero de lo predecible que cubre de hiedra el mármol en ruinas del recuerdo.

Septiembre de reencuentros, cuyo sol de San Miguel madurará el membrillo y hará crecer la noche hasta que le pueda al día. Mes de lluvia esperada de nubes violetas que se hunden en los sedientos barbechos y de granizadas intempestivas. Mes de perdices locas y humo de pólvora en el aire. Septiembre, mes de suspensos aprobados y matriculación en sueños de olmos dorados. Estrellas de septiembre brillando sobre las manzanas rojas de mi jardín.

Me gusta septiembre porque enciende de nuevo las luces de las casas y mueve saetas para que los amantes tengan aún más tiempo para amarse. Me gusta septiembre por la belleza triste y silenciosa de las últimas rosas y la llamada azul de Ofelia desde las piscinas tapizadas de otoño.

Y me gusta septiembre, ya no se me olvida, porque en septiembre es también tu cumpleaños.

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