VIAJE ESTELAR
(24 de febrero de 2013)
Como siempre en la NASA son previsores y, aunque él está impaciente porque se ponga en marcha ya la nave, un equipo de cuatro personas no deja de girar alrededor de él revisándolo todo nuevamente. Es la última prueba antes de embarcar. Lo sientan con cuidado en aquel enorme asiento y le ajustan al cuerpo cinturones y amarres. Lleva puesto el nuevo traje, un Z-30 de última generación, un prototipo nunca utilizado fuera de la atmosfera terrestre. Una vez más los “super-técnicos” comprueban uno por uno los circuitos, la refrigeración, las conexiones de su casco, el paso perfecto del oxígeno, estabilizan la presión, ajustan las válvulas, le inyectan una última dosis de tranquilizantes… el astronauta, con los ojos cerrados, se deja hacer, se está quieto, sabe estarse quieto; ha sido una de las cientos de cosas que ha tenido que aprender durante el duro entrenamiento de tantos años; controlar los nervios, dominar las situaciones; cualquier circunstancia por difícil que sea será más fácil de resolver si se mantiene la calma, decía una de las consignas con que le han venido acunando la inconsciencia de los sueños durante estos larguísimos años aguardando en el módulo de entrenamiento su partida definitiva.
Está emocionado. Mas allá del disco galáctico, que ahora le parece tan pequeño – tan como su casa – le esperan cientos de miles de millones de estrellas, invisibles cúmulos oscuros en los que acechan mágicos objetos, discos de polvo circumestelares, enjambres rojos y azules de nubes de hidrógeno filamentosas… mucho más allá del borde de los brazos en elipse de la Galaxia…en el booor-deee justo de…de la Galaaaxiaaa… el astronauta aún se imagina atravesar envuelto en un haz de luz el polvo microscópico cuando se le paraliza el pensamiento, algo le tira con fuerza la cabeza hacia atrás. Siente un escalofrío, sobrecogido, abre apenas un segundo los ojos.
-Todo listo... ¡es la hora!...son las últimas palabras que oye; al instante se le cierran los ojos de nuevo y (ahora sí, ¡por fin!) puede ver con nitidez, entre el estallido de mil estrellas antiguas, el comienzo de un universo, del definitivo y único Universo.
-Desde que se ha autorizado utilizar estas nuevas técnicas de adormecimiento todos los condenados se quedan con la misma cara de alelados… no sé qué demonios soñarán… en fin, creo que aún está abierta la cafetería… hoy invito yo. Y los cuatro verdugos se desabrochan con parsimonia las batas blancas, las cuelgan en las perchas de las cuatro cabinas y al salir cierran la puerta hermética de la habitación.