Albada 274

POSTFACIO


(8 de enero de 2012)

Cuando tienes un libro de intriga o con una historia importante entre las manos puede ocurrir que antes de llegar a la mitad la curiosidad te pueda y te vayas directamente a las últimas páginas. A menudo, si se hace eso, sucede que el final te deja un tanto chasqueado, y uno piensa que ha sido una pena no haberse aguantado un poco las ganas de saber epílogos y colofones para disfrutar, mientras tanto, de todo el desarrollo, de toda la acción antes del susodicho remate (sea el que sea el “acabamiento”).
Y es que por lo general -aunque tardemos siempre en darnos cuenta- es en el camino y no en la meta donde más se gana, y por ende donde más se disfruta. A pesar de estas premisas que conozco y suelo practicar, con el libro que acabo de cerrar no me demoré en aquello del inicio y nudo y enseguida me fui directamente al desenlace. Me excuso (ya que hacerlo no es lo aconsejable, ni por supuesto razonable) diciéndoles que el libro en cuestión se titulaba Más allá del crash: apuntes para una crisis, del catedrático de Estructura Económica, Santiago Niño-Becerra.

Las últimas páginas del libro -aunque el mismísimo profesor (no yo), califica de “panfleto”- corresponden al postfacio, y en él se habla del “futuro”. El panorama venidero que nos vaticina el mismo inteligentísimo autor que en el 2006 pronosticó, puntual y cabalmente razonada, la crisis del 2010, es harto penoso y difícil: el porvenir, dice, “nos lleva hacia un tiempo tenso, repleto de escaseces y en el que la persona como individuo, tal y como en estas pasadas décadas era entendida y considerada, dejará de serlo”.
Como en estas fechas de celebraciones de fines y principios uno está más sensibilizado de lo habitual con augurios y adivinanzas, he cerrado el libro y he preferido darle el beneficio de la duda no al autor sino a la suerte que nos espera, y pensar que sus afirmaciones son conjeturas más cercanas a meras suposiciones que interpretaciones fundamentadas suficientemente en cifras y datos contrastados.
Simplemente lo prefiero así, y me digo que ya bastante tenemos con las noticias y decisiones que día a día nos comunica el Gobierno, bastante con las cifras del paro y con nuestra juventud perpleja ante su más que confuso porvenir. Y es que aquí, en la vida real y no en los libros, el presente comienza ya a ser tan difícil que cualquier final se nos antoja que tendría que ser necesariamente feliz y mejor.
Este domingo de hoy sabe a cóctel de despedida y comienzo. Tiene el fondo dulce de viajes que fueron, de finales de fiestas y resacas de reuniones familiares, pero el combinado lleva también gotas de molicie y desgana cuando uno piensa en el mañana más inmediato, el de la vuelta a lo cotidiano y el sonido apremiante del despertador: porque es mañana y no hace una semana cuando de verdad comienza el Año Nuevo.
La búsqueda del Paraíso perdido, la formulación de una Utopía en la que nunca acabamos de creer pero en la que siempre confiamos… aquí estamos de nuevo: 2012 comienza y ya sabemos que el calendario Maya se equivocaba, que no tenían fundamento aquellos escalofríos viendo la Melancholia de Trier.
Sólo queda levantarse, recoger las bolas, el espumillón y las luces, y ponerse en acción pensando que nuestro futuro debe ser ante todo el fruto de nuestra propia creación y deseando que, antes de que nos escriban otros el libro con algún final que no nos guste, seamos capaces de escribirlo nosotros como queremos que sea, ya que somos los protagonistas. Es difícil, no pinta bien; el cambio, y no hace falta ser catedrático de Eonomía para saberlo, es seguro que se producirá pero aún podemos hacer que ese cambio sea de los “buenos”. Estamos juntos en esto: ¡Buena suerte para todos!

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