CROQUETAS Y MÁS
(3 de junio de 2012)
Esta vez no escucha la receta. Para qué si ya se la sabe de memoria; tanto tiempo viendo prepararlas en la cocina de su casa, incluso ayudando ella misma de niña... María hazlas más pequeñas, así… y su madre, riendo, con esa habilidad pasmosa que sólo tienen las madres cuando las miran sus niños chicos, cogía entre sus palmas un poco de aquella sabrosa masa y modelaba una tras otra croquetas y más croquetas, croquetas perfectas, croquetas iguales de forma, de tamaño exacto, de idéntica textura; cuando las reboces, le seguía explicando mientras con la misma rapidez las pasaba por el pan rallado, no las aplastes, déjalas con cuidado en la fuente sin que se peguen unas con otras, y…
La cocina de María huele ahora como la de su infancia. Casi también suena igual: ese crepitar alegre del aceite, el murmullo del roce de la rasera, la televisión encendida… sólo le falta la risa de su madre; le llamaré luego, se dice. También habría querido aprender eso de su madre, hacerse con su risa alegre y tranquilizadora. Raya la nuez moscada sobre la bechamel, echa la sal… ‘lo que más echo de menos de aquellos años es esa sensación de estar protegida, de que nada malo nos sucedería nunca estando juntos: la casa era el planeta seguro y fuera de aquel universo pequeño y acogedor se quedaban siempre preocupaciones y problemas, era como suspender el tiempo en los paraísos perdidos cada vez que se cerraba la puerta de la calle y oía la risa de mi madre’.
Oye pero apenas atiende a la televisión. No le hace falta porque se sabe al dedillo lo que Arguiñano apunta sobre ingredientes y tiempos de cocción. Croquetas para aprovecharlo todo, para no tirar nada, dice, croquetas… ¡qué mejor para los tiempos de crisis! A María se le escapa una sonrisa triste de complicidad con el cocinero: la noche anterior, con papel y calculadora en mano, estuvieron su chico y ella un buen rato apuntando, sumando, restando. Definitivamente ya no llegan a fin de mes, el paro se termina, el trabajo no llega: ¿de dónde quitar? ¿De dónde recortar?
Ha retirado la sartén, ha pasado un paño suave por la vitro, pero antes de apagar la televisión y salir de la cocina se sorprende por lo que oye en ese momento: Arguiñano, mientras refríe unos guisantes, no está contando esta vez chistes ni desvelando los secretos de cómo pochar en su punto las verduras; cargado de razón y de indignación, está “acordándose” de los gángsteres y gorileros que han estado manejando la economía mundial, hablando de los recortes incomprensibles e imperdonables en Educación y Sanidad… de lo que hace o no ha dicho que haría el gobierno… se acuerda de los emigrantes… Casi al final se dirige a los jóvenes (María aún no ha cumplido la treintena) y les anima a no reblar, a salir al extranjero y buscar lo que aquí no encuentran: un trabajo, un futuro.
Piensa que el cocinero ha sido valiente. Sólo le ha faltado decir aquello de que la mejor manera de robar un banco es dirigirlo… Está bien que alguien diga en un medio público lo que todos pensamos, está bien que empecemos a hablar claro todos. Dejar que “arreglen solos” la crisis los que siempre salen sonrientes en la foto, esos que nunca la han conocido (jamás les faltará un billete de cincuenta en el bolsillo ni se pasarán la noche sin dormir pensando en cómo pagar lo que no tienen) empieza a ser, más que excesiva confianza, una temeridad… ¡y encima este miedo que se nos ha colado dentro a todos!
Y ¿por qué no iba a ser un cocinero el que hablara de economía?, igual de bien que esos de la foto, al menos “con conocimiento de causa”, podrían hacerlo miles y miles de personas que han aprendido a hacer encaje de bolillos para llegar a fin de mes. Al fin y al cabo, piensa María (licenciada en Empresariales y en paro), economía viene de oikonomos la administración del hogar. Fue lo primero que aquel profesor de macro les dijo en la carrera… ¿Cómo es posible que se haya complicado tanto todo, cómo “nos hemos dejado hacer tanto” que al final nadie sabe de lo que se está hablando, que todos nos mandan y nadie se responsabiliza de nada?
El teléfono la saca de su ensimismamiento: ¡Mamá! Si, lo estoy viendo, ¡vaya con Arguiñano! ¿verdad?...Oye mamá,a propósito.… te iba a llamar… ya te contaré mejor, pero precisamente anoche… bueno anoche… lo decidimos: definitivamente Manuel y yo nos marchamos, mamá, son ya dos años de paro, habrá que hacer las maletas, refrescar idiomas y probar fuera, no te preocupes, seguro que.…” .
Cuando María cuelga el teléfono, añora más que nunca aquella risa de su madre.
P. S. Para escuchar a Arguiñano buscar en el Youtube: “el cocinero Arguiñano habla de la crisis”
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